Descripción
Mucho se ha escrito sobre los orígenes de la música electrónica y concreta en Europa a mediados del siglo XX, sin embargo queda por ilustrar cómo estas tendencias y técnicas se manifestaron en otras naciones del globo terráqueo, cómo se difundieron, qué impacto tuvieron. Quiénes fueron los que trasladaron estas fabulosas ideas y de qué manera se insertaron en la cultura de cada país. En algunos casos fueron la continuación lógica de la música contemporánea, en otros países surgieron como mundos paralelos muchas veces con poco contacto con la música clásica o la contemporánea. De la misma forma en algunos países el radioarte y el arte sonoro emanaron de estas mismas ideas, en otros aparecieron por caminos diferentes y aún siguen apareciendo lejos de cualquier linealidad histórica o académica. Quizás el género más reciente ha sido la música para los videojuegos, más fuerte en lo comercial pero disfrutando al día de hoy de una experimentación y libertad creativa propia de las otras tendencias en los años 50.
Por otro lado es sólo recientemente que se comienza a reflexionar sobre la educación y la pedagogía para las artes digitales y queda aún mucho por contar de cómo se ha hecho y se está haciendo, ya sea desde lo empírico o desde lo académico, teniendo la oportunidad este número de plasmar la crónica de tantos artistas que han enseñado por años paralelamente a su propio desarrollo experimental y cuyas crónicas son un valioso aporte para los que vienen detrás.
Es el momento de conocer a los pioneros de tantos países y cómo enseñaron a las siguientes generaciones. O cómo crecieron en su arte, en tantos diferentes contextos culturales. Y observar como los géneros más recientes, como la música para los videojuegos se nutren de lo que ha sido un poco más de medio siglo de trayectoria.
Hablan entonces aquí cuatro compositores claves en el desarrollo de lo contemporáneo en Latinoamérica: lanza, del Mónaco, Paraskevaídis y Aharonián. Unos mirando hacia fuera y otros mirando hacia adentro, lo personal y cómo lo interpretaron y lo plasmaron. Es una época en la cual el compositor se enfrenta a nuevas tecnologías, nuevos instrumentos, nuevas destrezas y competencias. Se debate sobre “qué es la técnica”, si la técnica es manejar equipos o la técnica es componer. Sobre esto dice lanza, “opté decididamente por un sistema que insistía en que el compositor mismo manipulara la maquinaria (en oposición al sistema prevalente en ciertos estudios europeos, basados en estaciones de radio, con personal agremiado, y en los cuales el compositor no podía tocar el equipo, el cual quedaba en manos de los técnicos)”, sin embargo, del Mónaco desde Columbia, USA, nos expresa cómo su interés por lo electrónico nunca lo hizo abandonar lo musical y no se interesó en el desarrollo de sistemas, equipos o instrumentos sino en la obra per se. “En aquella época, es fácil imaginar, que mayormente las discusiones y ponencias sobre la música de computadoras versaban más bien sobre ingeniería de sonido, nuevas programaciones y otros tópicos afines que no lograban aún una solución musical deseable, viable e inmediata para un compositor libre. Su teoría lucía aún distante del campo de una composición musical abierta, lo cual hizo que mi interés decayera poco a poco”.
Mientras tanto, en Latinoamérica, los Cursos Latinoamericanos de Música, esparcían preciosas semillas a nuevas generaciones, sentando la pauta de lo contemporáneo, de lo nacional, la identidad y lo latinoamericano. Graciela Paraskevaídis selecciona de su historia de dichos cursos los eventos relacionados con lo electrónico, lo electroacústico, y lo mixto, no sólo de los propios compositores latinoamericanos sino relata lo que ellos tuvieron la oportunidad de escuchar en ese entonces, en estas actividades resalta la participación del compositor uruguayo Conrado Silva a quien Coriún Aharonian realiza un merecido homenaje en este número de Ideas Sónicas/Sonic Ideas.
Adina Izarra
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