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La música aquí reunida tiene un origen doble. Por un lado, comprende gran parte de la producción para guitarra en combinación con otros instrumentos que he creado en los últimos años. Por el otro lado, es el resultado de mi colaboración von el guitarrista Norio Sato y otros músicos cercanos a él, entre los que destacan los integrantes del Ensamble Nomad. 

A lo largo de mi carrera he mantenido una relación íntima con la guitarra: se trata del instrumento con el que me formé, y con el que sostengo en la actualidad un diálogo activo a través de mi obra. Punto de confluencia de voces múltiples, del rock, el jazz, el repertorio académico de concierto y las músicas de Latinoamérica- por nombrar algunas de las que me son más cercanas, - la guitarra posee un enorme acervo de recursos: arpegios, trémolos, pizzicatos diversos, escalas, innumerables estilos de rasgueo, así como la capacidad de convertirse espontáneamente en un instrumento de percusión.

Todo en ella invita a la exploración, a la aventura, a asumir el reto de la diversidad estilística.

En el año de 2006, conocí en México a Norio Sato, e inmediatamente dio inicio una intensa colaboración con él, y con el grupo que dirige, el Ensamble Nomad, cuyo primer fruto fue Pedacería fantástica, para guitarra y grupo de cámara, compuesta en el mismo año. Desde entonces, esta relación de trabajo- que ha devenido en amistad – me ha llevado a visitar Japón en varias ocasiones. Gracias a ello he podido asomarme a su cultura, así como algunas de sus incontables expresiones artísticas, como el teatro kabuki, el ukiyo-e, el haiku y el buto. Mi forma de percibir el mundo se ha enriquecido con Hokusai, Hiroshige, Bashô, Issa, Buson, así como con los sonidos de la biwa, el sakuhachi y el koto. Las piezas se integran este disco dan testimonio de esta experiencia.

Vanitas, para guitarra y cuarteto de cuerdas, fue compuesta entre 2009 y 2010, y está dedicada Juan Carlos Laguna y al Cuarteto Latinoamericano. La obra fue estrenada en 2014, por Norio Sato en la guitarra, Natsumi Tamai en el violín primero, Tomonaga Aoyama en el violín segundo, Kaoru Ohono en la viola, y Syoko Fukutomi en el chelo, dentro del marco del festival de música Dogo Nagomi, en Japón.

Vanitas significa “vanidad” en latín, pero no en el sentido de o arrogancia, sino de vacuidad, insignificancia, como en la expresión “en vano”. En el terreno de la pintura “vanitas” hace referencia a la fragilidad de la vida, al paso del tiempo y a la muerte.

El primer y tercer movimiento, In ictu oculi (“En un abrir y cerrar de ojos” ) y Finis gloriae mundi (“El fin de las glorias terrenales”), respectivamente, toman sus títulos de sendos cuadros del pintor español Juan de Valdés (1622-1690) que advierten sobre la caducidad e insignificancia de los bienes temporales y del poder, así como de la brevedad de la vida terrenal. El segundo movimiento, De lamentatione (“de las lamentaciones”), alude el “libro de las lamentaciones” del Antiguo Testamento.

Las Dos piezas para mandolina y guitarra fueron compuestas en 2011 por encargo del intérprete de mandolina Masayuki Kawaguchi. Están dedicadas a él y a Norio Sato.

La primera pieza, Duelo, fluctúa entre el sentimiento recogido y la intensidad emocional que caracterizan al dolor causado por una pérdida. La resonancia que la música japonesa ha dejado en mí se encuentra muy presente en ella.

La segunda pieza es una tocata que inicia con una amplia introducción de guitarra, antes de que la mandolina una fuerzas con ella para construir un clímax.

Pinturas del mundo flotante: una lluvia repentina en Shono es una pieza para koto y guitarra que forma parte de un ciclo de música de cámara, todavía en proceso, inspirado en el grabado en madera japonés, conocido como ukiyo-e, literalmente, “pinturas del mundo flotante”. Tomé el título Una lluvia repentina en Shono del famoso grabado de Utagawa Hiroshige, perteneciente a la colección Las cincuenta y tres estaciones de Tokaido, que era una de las rutas principales del antiguo Japón. La estampa muestra a un pequeño grupo de viajeros sorprendidos por un aguacero en Shono, la parada número cuarenta y cinco entre Kyoto y Edo (nombre original de Tokio).

La pieza, compuesta en 2013, aspira a representar la agitación de la escena, así como la ansiedad de la gente que busca refugio de la intensa lluvia.

Una lluvia repentina en Shono fue encargada por Norio Sato, y está dedicada a él y a la intérprete de Koto Maya Kimura.

Se conoce como “prueba de vida” al indicio exigido por los familiares de una victima de secuestro para saber que ésta no ha muerto, antes de pagar el rescate exigido para su liberación. En mi pieza homónima, sin embargo, he optado por reorientar el sentido de la expresión hacía aspectos íntimos del diálogo del ser con la naturaleza – espejo de su propia existencia -, como por ejemplo el da la percepción del pulso del oleaje, el transcurrir de las estaciones y el soplo del viento. Se trata de una obra ambiciosa, desde una perspectiva formal; un concierto para guitarra y grupo de cámara en cuatro movimientos: el canto de la marea, hablando con el invierno, el tiempo se deshoja- una cadenza para guitarra sola-, y sendero del viento. Compuesta entre 2008 y 2009 gracias a una beca de la fundación Guggenheim, la pieza está dedicada al guitarrista Norio Sato y al Ensamble Nomad.

 

Hebert Vázquez

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